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El album de figuritas
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El album de figuritas
EL ALBUM DE FIGURITAS
Cuando yo era pequeño, uno de los mayores anhelos que teníamos los niños era completar un álbum de figuritas. En aquella época, los anhelos eran simples, sin grandes pretensiones y con la fuerza de los sueños que uno quiere alcanzar.
Los niños que fuimos estábamos acostumbrados a esperar, a desear. No era sencillo conseguir lo que uno quería, no todo estaba al alcance de nuestras manos. No diría que eran sueños pequeños, porque no existe un sueño que lo sea, pero me atrevería a afirmar que eran sueños de cabotaje, sueños económicos.
A mí me encantaba juntar figuritas de los álbumes de turno. No era fácil. Comprar un paquete o dos implicaba, para mi madre, un desequilibro en su magro presupuesto diario. No obstante, siempre se las ingeniaba, de una u otra manera, para que alguna moneda sobrase para mí.
También servía de premio o castigo. Si sacaba buenas notas, sabía que recibiría más de un paquete, de lo contrario ninguno.
Era una fiesta imaginar cuáles me tocarían en suerte. Soñar que justo saldría la que más deseaba o la que necesitaba para completar una página. También era otra forma de compartir con mis amigos, ver cuál tenía cada uno, quién estaba más cerca de completar el álbum y cambiar las repetidas.
Para muchos chicos, el coleccionar figuritas no significaba lo mismo que para mí. Aunque sabía que no había dinero de sobra en casa, también sabía que mi madre entendía que, a mi edad, un paquete de figuritas era mucho más que eso. Era ilusión, ansiedad, una meta por cumplir.
Recuerdo llegar a casa del colegio y, luego de hacer la tarea, ordenar las figuritas. Las repetidas, en una pila, las que reservaba para algún querido amigo, en otra. Pegar las que no tenía, contar, una y otra vez, cuántas había y cuántas me faltaban.
Mi deseo, ese deseo del niño que fui nunca se cumplió. Jamás pude completar un álbum y retirar el premio que entregaban a cambio.
Es cierto que cuando eso ocurría, me ponía muy triste. Llegué a pensar que el mundo no era justo. Me pregunté por qué algunos niños lo lograban y yo no. En ese momento, no encontraba la respuesta. Lo que sí tenía era el consuelo de mi madre y, por sobre todas las cosas, el sentir y saber que ella hacía lo posible por ayudarme.
Mi padre decía que el negocio de las figuritas era una pérdida de tiempo, que consistía en no completar el álbum jamás y que no valía la pena gastar dinero en esas tonterías.
Yo era un niño y poco entendía si algo era negocio o no. Yo sólo quería cumplir mi sueño, llenar mi álbum completo y retirar la pelota o el coche de carrera.
Y allí, cuando de anhelos se trataba, siempre estaba ella intentando hacerlos realidad. Sin embargo, bien sabido es que, aun con el infinito amor de una madre, las cosas no siempre salen como uno desea.
Ya pasó mi tiempo de comprar figuritas, pero no mi tiempo de soñar. Ahora tengo la edad de mi padre, y mi hijo, la que yo tenía entonces.
Puede parecer curioso: en un punto, siento que sigo siendo un niño. Ya no espero con ansias abrir un paquete; sí muchas otras cosas. Me doy cuenta de que la vida es idéntica a un álbum de figuritas. Uno siempre debe aspirar a completarlo, aunque, de antemano, sepa que es una empresa difícil.
Estarán los que, como mi padre, dirán que es inútil soñar. Otros, como mi madre, nos acompañarán en los sueños y nos ayudarán a que se hagan realidad.
¿Habrá algún adulto que haya completado íntegramente, absolutamente aquello que soñó para sí? Tal vez, en ese aspecto, deba darle la razón a mi padre.
Prefiero la postura de mi madre. Yo quiero seguir comprando figuritas, las que vayan saliendo en mi vida. Quiero seguir soñando que saldrá, en algún paquete de mi camino, aquella que más deseo. Quiero pensar que, si alguna sale repetida más de una vez, tendré la oportunidad de cambiarla por otra mejor.
Como en mi niñez, tampoco ahora estoy seguro de completar mi álbum.
¿Qué sería de mí, si decido no juntar más por miedo al fracaso? ¿Qué ejemplo le enseñaré a mi hijo si abandono mis sueños?
Sin duda, la vida es como un álbum y como un paquete de figuritas. No sabemos cuánto podremos completarlo, tampoco qué figuritas saldrán. Lo que sí es seguro es que vale la pena creer que siempre una sorpresa nos espera al abrir el paquete que la vida ponga en nuestras manos.
AUTOR: LIANA CASTELLO

Cuando yo era pequeño, uno de los mayores anhelos que teníamos los niños era completar un álbum de figuritas. En aquella época, los anhelos eran simples, sin grandes pretensiones y con la fuerza de los sueños que uno quiere alcanzar.
Los niños que fuimos estábamos acostumbrados a esperar, a desear. No era sencillo conseguir lo que uno quería, no todo estaba al alcance de nuestras manos. No diría que eran sueños pequeños, porque no existe un sueño que lo sea, pero me atrevería a afirmar que eran sueños de cabotaje, sueños económicos.
A mí me encantaba juntar figuritas de los álbumes de turno. No era fácil. Comprar un paquete o dos implicaba, para mi madre, un desequilibro en su magro presupuesto diario. No obstante, siempre se las ingeniaba, de una u otra manera, para que alguna moneda sobrase para mí.
También servía de premio o castigo. Si sacaba buenas notas, sabía que recibiría más de un paquete, de lo contrario ninguno.
Era una fiesta imaginar cuáles me tocarían en suerte. Soñar que justo saldría la que más deseaba o la que necesitaba para completar una página. También era otra forma de compartir con mis amigos, ver cuál tenía cada uno, quién estaba más cerca de completar el álbum y cambiar las repetidas.
Para muchos chicos, el coleccionar figuritas no significaba lo mismo que para mí. Aunque sabía que no había dinero de sobra en casa, también sabía que mi madre entendía que, a mi edad, un paquete de figuritas era mucho más que eso. Era ilusión, ansiedad, una meta por cumplir.
Recuerdo llegar a casa del colegio y, luego de hacer la tarea, ordenar las figuritas. Las repetidas, en una pila, las que reservaba para algún querido amigo, en otra. Pegar las que no tenía, contar, una y otra vez, cuántas había y cuántas me faltaban.
Mi deseo, ese deseo del niño que fui nunca se cumplió. Jamás pude completar un álbum y retirar el premio que entregaban a cambio.
Es cierto que cuando eso ocurría, me ponía muy triste. Llegué a pensar que el mundo no era justo. Me pregunté por qué algunos niños lo lograban y yo no. En ese momento, no encontraba la respuesta. Lo que sí tenía era el consuelo de mi madre y, por sobre todas las cosas, el sentir y saber que ella hacía lo posible por ayudarme.
Mi padre decía que el negocio de las figuritas era una pérdida de tiempo, que consistía en no completar el álbum jamás y que no valía la pena gastar dinero en esas tonterías.
Yo era un niño y poco entendía si algo era negocio o no. Yo sólo quería cumplir mi sueño, llenar mi álbum completo y retirar la pelota o el coche de carrera.
Y allí, cuando de anhelos se trataba, siempre estaba ella intentando hacerlos realidad. Sin embargo, bien sabido es que, aun con el infinito amor de una madre, las cosas no siempre salen como uno desea.
Ya pasó mi tiempo de comprar figuritas, pero no mi tiempo de soñar. Ahora tengo la edad de mi padre, y mi hijo, la que yo tenía entonces.
Puede parecer curioso: en un punto, siento que sigo siendo un niño. Ya no espero con ansias abrir un paquete; sí muchas otras cosas. Me doy cuenta de que la vida es idéntica a un álbum de figuritas. Uno siempre debe aspirar a completarlo, aunque, de antemano, sepa que es una empresa difícil.
Estarán los que, como mi padre, dirán que es inútil soñar. Otros, como mi madre, nos acompañarán en los sueños y nos ayudarán a que se hagan realidad.
¿Habrá algún adulto que haya completado íntegramente, absolutamente aquello que soñó para sí? Tal vez, en ese aspecto, deba darle la razón a mi padre.
Prefiero la postura de mi madre. Yo quiero seguir comprando figuritas, las que vayan saliendo en mi vida. Quiero seguir soñando que saldrá, en algún paquete de mi camino, aquella que más deseo. Quiero pensar que, si alguna sale repetida más de una vez, tendré la oportunidad de cambiarla por otra mejor.
Como en mi niñez, tampoco ahora estoy seguro de completar mi álbum.
¿Qué sería de mí, si decido no juntar más por miedo al fracaso? ¿Qué ejemplo le enseñaré a mi hijo si abandono mis sueños?
Sin duda, la vida es como un álbum y como un paquete de figuritas. No sabemos cuánto podremos completarlo, tampoco qué figuritas saldrán. Lo que sí es seguro es que vale la pena creer que siempre una sorpresa nos espera al abrir el paquete que la vida ponga en nuestras manos.
AUTOR: LIANA CASTELLO

ana maria- ♕-Princesa
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Inscripción : 04/08/2013Localización : Ciudad de Buenos Aires Capital Federal- Argentina
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