Maligno

por **ana maria** Mar 26 Sep 2023, 11:48

Maligno

Los Salas fueron los primeros en desaparecer.

Una familia intachable, toda una institución en nuestra comunidad, buenas personas, cultas, nobles, el matrimonio y sus cinco hijos, como tragados por la tierra.

La hijita menor me resultaba adorable, una criatura simpática y habladora, de enormes ojos redondos y claros.
Exactamente una semana después, ocurrió lo mismo con los Alessi. Otro matrimonio famoso en nuestro municipio; sus dos hijos varones, su hija mayor ya casada, el marido de ella y su pequeña beba de un año y medio.

La ciudad se revolucionó y se empezó a decir de todo. Se habló de pactos satánicos, de sectas, de cuestiones sexuales sucias, de narcotráfico y venganza mafiosa, hasta de abducciones alienígenas.
Solo había un punto en común entre ambos apellidos además de ser vecinos del pueblo.

El profesor Guillermo Giacove, también desaparecido misteriosamente.

Un diplomado en filosofía y letras de renombre nacional, escritor de varios libros, catedrático de universidades prestigiosas, jubilado, un viudo adinerado y bastante excéntrico que vivía en una casona de las afueras, enclavada en un predio de al menos veinte hectáreas.
Los Salas y los Alessi habían concurrido a la fiesta que el profesor había hecho con el motivo de inaugurar la espectacular casona.

Y yo también fui, con Carlos, quien era… o es… ya no sé... mi pareja… porque él también desapareció.
Su único hermano estaba o está, ya no sé… casado con la hija mayor de los Alessi. Creo que por eso nos falta, por una rara cuestión vincular. Por un hilo conductor cuyo origen escapa a mi entendimiento.

Todos los que habíamos ido a esa reunión no solo habíamos sido interrogados varias veces por la policía, sino que también quedamos sumidos en un profundo temor a ser los próximos.
La tarea de los perros de rastreo que el intendente había hecho traer especialmente desde la Capital, concluía en la sala de la casa del profesor.

Casa y predio que dieron vuelta varias veces, que exploraron inclusive desde el aire con drones y helicópteros. En el casco excavaron en los patios, en el jardín, rompieron pisos, paredes, tomaron huellas, buscaron sangre, pero no consiguieron nada, y se declaró oficialmente desaparecidos a los miembros de las dos familias y a mi Carlos

Nuestro pueblo se llenó de curiosos, de periodistas, de investigador
es de comunidades cercanas en las que también habían desaparecido núcleos familiares completos, coincidentemente invitados a la cena del profesor Giacove.

Carlos y yo dirigíamos una empresa de productos regionales, procesamiento de hierbas para té, mermeladas, miel, aceites, cosmética natural, y cuando también se lo tragó la tierra, Danilo, su mejor amigo y contador y yo, nos pusimos al frente de los negocios.
Había que seguir adelante para no echar a la basura todo el esfuerzo que Carlos había hecho en tan pocos años de actividad.
Los tres nos complementábamos de manera perfecta sin ser perfectos.

Carlos era la fuerza, el empuje, las ganas de extender la marca, Danilo era la parte económica y mi trabajo era el de las relaciones públicas.
Con Danilo, sin ser demasiado compatibles, estábamos muy ligados afectivamente a Carlos de diferentes modos, él era nuestro mentor, así lo veíamos, y por una cuestión puntual que nos ocurrió en esa fiesta maldita, decidimos vivir juntos en su casa. No separarnos para cuidarnos -fue la idea- al menos hasta que se aclararan las desapariciones.

Danilo estaba divorciado hacía mucho, no tenía cuentas que rendir, y yo sin Carlos no tenía fuerzas para seguir sola. Nos apoyamos mutuamente, y así, sin ser demasiado compatibles, nos transformamos en aliados por necesidad.

Nos importaba un bledo lo que pensaran de nosotros los chismosos. Nuestra salud mental era prioridad absoluta; nuestra calma.

continua...///

por **ana maria** Mar 26 Sep 2023, 11:50

continuacion ...///

Nuestra empresa y nuestras vidas eran prioridades. Y teníamos razones para tener mucho miedo.
En esa fiesta del demonio, Giacove nos había visto conversando a Danilo y a mí, mientras Carlos socializaba con los Alessi.
Nunca olvidaré el brillo siniestro en sus ojos cuando, aparentemente pasado de copas, nos dijo algo que me cortó la respiración,

-“No sé si ustedes dos quisieran comerse a besos o matarse…pasan tanto tiempo juntos y solos…
ya lo veré…
falta muy poco para eso”.

y entonces en un acto de lucidez atiné a tomar con fuerza el brazo de Danilo para que no estampara un puñetazo en la cara del profesor.
Le dije que lo dejara, que no valía la pena, que era un viejo asqueroso y loco pasado de vodka, y después ideamos decirle a Carlos que yo me sentía mal, y así nos fuimos rápido los tres.
Con Danilo acordamos no mencionar nunca en la vida el mal rato que Giacove nos había hecho pasar, pero justamente, y a raíz de ese delirio, tuve un presentimiento horrible que luego se cumplió.

Porque no estoy ahora en esta casa de candados y rejas por casualidad.
Había o hay, ya no sé… en Giacove, una vileza que por algún motivo los fue capturando a todos. Algo que todavía no conozco y no sé si voy a conocer.
Por eso hoy estoy en esta casa de chiflados, por lo que pasó aquella noche.

Danilo y yo compartíamos hasta el cuarto, y entre sueños lo oí, porque se despertó en medio de la madrugada, se vistió a toda velocidad y me dijo, como perdido y en una voz muy alta y firme, como cuando argumentaba acerca de alguna cuestión financiera,

-“¡Lisy…Carlos me llama, dice que me necesita, es como mi hermano y me voy con él!”

y yo estaba tan dormida que hasta que me pude calzar, mi compañero ya había encendido su auto, mas luego y aunque en desventaja, subí al mío y no dudé en seguirlo hasta la casa del profesor, que parecía ser el rumbo incuestionable.
Pude entrar al predio y a la casona para ver a Danilo por última vez. Me quedé anonadada cuando con una actitud hipnótica, como si fuera guiado, tocó un libro polvoriento de la biblioteca del salón principal, y después vi al libro flotar y crecer hasta convertirse en un pórtico del que emanaba una luz mortecina, como la de los antiguos televisores en blanco y negro, y simplemente vi como Danilo traspasaba esa puerta iluminada sin poder oír mis gritos desesperados. Quería acercarme y sostenerlo, quería tironearlo hacia mí, pero no podía, ya que una especie de halo extraño me mantenía al margen.

Lloré, grité, eso atrajo a unos campesinos y después a algunos policías a quienes les conté el cuento real y entonces lógicamente me dieron por delirante y trastornada.
Peritos forenses sugirieron a mi tía, mi único familiar, después de interrogatorios con psiquiatras que me atontaron con medicamentos, que era lo mejor para mí esta casa de candados y de rejas, hasta que me adaptara a convivir con la idea de pérdida de mi gente que me había llevado a la locura.

Ahora tengo que portarme bien, tengo que hacer méritos. Mi tía que me cuida dice que me van a conceder el beneficio de ser una paciente ambulatoria y eso espero con ansias, porque sé que cuando salga de acá y pueda volver a una casa sin candados ni rejas, alguna noche voy a escuchar a Carlos, o a Danilo, o quizás el saludo risueño de la más jovencita de los Salas…ya no sé… y entonces será mi turno de abrir la puerta del débil reflejo azul.

Necesito ser fuerte.
Solo es cuestión de esperar.
¿Acaso tengo otra opción?

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