El muchacho lagarto

El muchacho lagarto

Érase una vez un príncipe que de cintura para abajo tenía el cuerpo como si fuera un lagarto. De día era lagarto y de noche, hombre.

Un día le dijo a su madre que quería casarse. La madre, muy preocupada, le contestó:

-¿Cómo puedes decir eso? No, hijo, tú no puedes casarte, no eres una persona normal.

Entonces el príncipe, muy enfadado, le dijo que quería casarse y que ella sería la encargada de buscarle novia.

La madre, muy preocupada, fue a casa de unas vecinas que eran costureras. Eran tres muchachas que vivían solas porque sus padres habían muerto. La madre del príncipe lagarto les contó, llorando, que tenía un gran problema y era que su hijo se quería casar y con el defecto que tenía dónde iba a encontrar una novia. Entonces, la muchacha mayor le dijo:

-No se preocupe, señora, yo me casaré con él. Murió mi madre y a mí no me importaría morir.

Se preparó la boda y ese día iban los novios por la calle cuando el novio quiso revolcarse en la cola del vestido, pero le empezaron a decir:

-¡La cola del vestido se ensucia!

Y no lo dejaron revolcarse.

Entonces, aquella noche, cuando se quedaron solos, él la mató.

A la mañana siguiente, cuando la madre fue a verlos, se encontró con lo que había ocurrido.

Pasado un tiempo, volvió el hijo a decir que se quería casar y la madre le contestó:

-¡No, por Dios, ya mataste a una! ¿Cómo puedes decir eso?

A lo que el hijo le contestó que se casaría y que ella le buscaría la novia.

La madre volvió a ir a la casa de las vecinas y les contó otra vez lo mismo que la vez anterior. Entonces, la hermana mediana dijo:

-No se preocupe, señora, yo me casaré con él. Murieron mi madre y mi hermana y a mí no me importaría morir.

Se volvió a arreglar la boda y ese día, cuando iban los novios por la calle, el novio quiso revolcarse de nuevo en la cola del vestido, y le dijeron:

-¡La cola del vestido se ensucia!

Y tampoco lo dejaron cumplir su deseo.

Aquella noche, cuando se quedaron solos, él la mató.

A la mañana siguiente, cuando llegó la madre, vio lo que había ocurrido.

Pasado un tiempo, y por tercera vez, volvió el hijo a decirle a su madre que quería casarse y que ella tenía que buscarle la novia. La madre, horrorizada, le dijo que era imposible buscarle una novia después de lo que había pasado. Él le contestó:

-¡Búscala y rápido!

De nuevo se fue a casa de las vecinas y llorando le dijo a la pequeña que su hijo quería volver a casarse y que eso era imposible. Entonce la muchacha le contestó:

-No se preocupe, señora, murieron mi madre y mis dos hermanas y a mí no me importaría morir.

Se arregló la boda y, cuando ese día iban por la calle, él quiso hacer lo de siempre y la gente empezó a decir:

-¡La cola del vestido se ensucia!

A lo que la novia contestó:

-Dejad que haga lo que quiera, el vestido no va a servir más.

El príncipe lagarto cumplió su deseo de revolcarse en el vestido de la novia y cuando a la mañana siguiente llegó la madre muy preocupada, no salía de su asombro cuando oyó a la novia que dijo:

-Voy, señora, ya abro yo.

Cuando entró, vio que su hijo tenía cuerpo de hombre aún siendo de día. Desde entonces, todos fueron felices y comieron perdices.