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ElCuco que se Llevó a los Niños
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ElCuco que se Llevó a los Niños
El cuco que se llevó a los niños
El cielo era tan azul como la nomeolvides junto al arroyuelo, y el sol envolvía con sus rayos los blancos muros de la escuela, haciéndoles resplandecer desde lejos.
- Hoy es el día más caluroso del año dijo el maestro.
¡Oh! Jamás debió decir una cosa semejante. La pereza lo oyó y penetró a través de la ventana en la habitación. Como una araña gris se deslizó por las espaldas de los cuarenta escolares.
Pronto empezó uno a bostezar, el otro apoyó la cabeza sobre la mesa, y el más salvaje de todos no devolvía ya siquiera los golpes que recibía de su vecino. Tan perezosos se sentían ahora todos.
Al frente de la clase estaba el maestro. Se esforzaba en atraer la atención de los alumnos; pero de estos colegiales era ya imposible obtener nada. Entonces el pobre hombre se sentó junto a su pupitre. El sudor le corría por la frente y goteaba sobre el libro. Suspiró, apoyó la cabeza sobre las dos manos y murmuró:
- ¡Que el cuco se lleve a estos chiquillos, a todos ellos!
Entonces sucedió que un pájaro gris voló a través de la ventana. Agarró a Hansli, sentado en la última fila de bancos, y se lo llevó por los aires. Luego cogió a Friederli, más tarde tomó a Ernstli, luego a Nöldi, a Anneli y a Hanneli, a Fineli y a Stineli, y a todos los demás. Cuando la clase estuvo vacía, cerró el maestro el libro de un golpe, cerró el pupitre y se dirigió a casa.
Satisfecho se tendió sobre el lecho. Pero apenas había empezado a roncar, se oyó afuera un alboroto. Alguien llamó a la puerta. "¿Dónde está Stineli?" "¿Dónde está Anneli?" "¿Dónde está mi querido Friederli?"
- ¡Con el cuco! - exclamó el maestro.
Entonces gritaron todos:
- ¡Nosotras somos las madres! ¡Queremos que nos devuelvan de nuevo a nuestros hijos!
A disgusto se levantó el maestro de un salto.
- ¡Entonces venid! - díjoles. Y apresuradamente se dirigió al bosque. Todas las madres seguían tras él. Una vez en el bosque, gritó el maestro.
- ¡Cu-cú! ¡cu-cú!
- ¡Cu-cú! - devolvió el eco desde la lejanía.
- ¿A dónde has llevado a los niños?
- Al hogar de los cucos.
- ¿Dónde está el hogar de los cucos?
- En las nubes.
El maestro miró hacia el cielo. No se veía en él ni una nubecilla. Entonces empezó nuevamente el griterío de las madres.
- Esto no es tan grave - tranquilizó el maestro -. Ya sé cómo he de resolverlo. El cuco se ha llevado a los niños; por consiguiente, él tiene también que devolverlos.
Y se marchó de nuevo, en dirección a la escuela. Una vez allí se sentó junto al pupitre y apoyó la cabeza en ambas manos.
- Cuco - murmuró -, tú te has llevado los niños; ¡devuélvelos, pues!
De nuevo voló el pájaro gris a través de la ventana y dejó primero a Hansli en el último banco; luego llevó a Friederli, seguidamente a Ernstli, luego a Nöldi, a Anneli, a Hanneli, a Fineli, a Stineli y a todos los otros. Y todos los niños reían sigilosamente.
Entonces el maestro levantó asombrado la mirada. Ahora estallaron todos los muchachos en sonoras carcajadas. Se retorcían sobre sus bancos. Casi no podían recobrar el aliento. Palmoteaban sobre las mesas y pataleaban con los pies, y no cesaban de reír.
- ¿Fue el caso tan divertido? - preguntó el maestro.
- ¡Si! - exclamaron todos a coro.
- Pero ¿qué es lo que fue tan divertido?
Nuevamente empezaron las risas, y no parecía que quisieran poner fin a ellas. Finalmente gritó un osado chiquillo:
- ¡Que el señor maestro ha roncado!
- ¡¿Qué?! - gritó el maestro -. ¡Ahora sí que se os tiene que llevar de nuevo el cuco!
Pero el minuto mágico había pasado. Ningún pájaro gris apareció de nuevo. Todos los niños permanecieron sentados en sus mesas y seguían riendo.
Entonces el maestro contrajo también el rostro en una sonrisa, y de repente rió tan fuerte que ahogó las carcajadas de los cuarenta chiquillos. Las paredes temblaron de alegría. Empero la araña gris se deslizó aterrada fuera de la ventana y no volvió en todo el día a la sala de la escuela.
ana maria- ♕-Princesa
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