Historia de una Cicatriz

por **ana maria** Sáb 30 Sep 2023, 13:53

Historia de una Cicatriz

Responde a los gritos cartas que nadie le envía y atiende teléfonos que jamás sonaron.
A veces arroja patadas y puñetazos al aire, o esgrime una espada invisible, como si estuviese dentro de una contienda con enemigos fantasmas.
En sus mejores días solo duerme tumbado en una banca del parquecito frente a las oficinas del periódico local, o abraza la silueta de una guitarra inventada y entona bastante afinado, viejas canciones en un inglés pulcro y pronunciado correctamente.

Hace mucho que el estado lo olvidó, y cuando las autoridades no están, son las almas generosas de los vecinos las que encabezan la ayuda.

Los muchachos del cuartel de bomberos le acondicionaron en el fondo un cuartito con baño, para que se higienice y haga sus necesidades cuando pasa por períodos de calma, porque a veces tiene temporadas en las que se pone agresivo y no quiere saber nada con el agua y el jabón o la ropa limpia que se encargan de conseguirle.

Algunas señoras caritativas le acercan comida caliente y café en invierno y mucho líquido durante los veranos para que no se deshidrate.
El flaco, porque nadie sabe su nombre, parece importarles a todos menos a las autoridades sanitarias.

Es parte del paisaje, un personaje del cual se dicen muchas cosas, pero ninguna de las teorías se puede comprobar.
Algunos afirman que es un médico que enloqueció de dolor al no poder salvar la vida de su propia esposa en un quirófano, otros aseguran que fue un empresario que perdió toda su fortuna y ese trauma lo perturbó, y otros juran que es el hermano despreciado de un político famoso.

Y cada año se suma una nueva historia tan insustentable como todas las que la preceden.

El pintor de la plaza también es un personaje conocido. Durante las mañanas primaverales se sienta con su caballete y sus acuarelas a retratar el paisaje de la cuadra, que por supuesto no excluye al flaco.
A diferencia de otros lugareños, el sí conoce la historia real del indigente más famoso de los alrededores.

Se la contó una mujer muy hermosa, tan amable como fina, que un día se sentó junto a él a verlo plasmar su arte sobre la tela. Le dijo que su modelo había sido un periodista del diario cuyas oficinas están frente a la plaza. Que ella había sido su compañera de trabajo durante unos meses hasta que la jefa de redacción la había desvinculado sin un motivo que lo ameritara, concretamente por celos. Que incluso otras compañeras también habían sido despedidas bajo un mismo patrón de conducta.

La señora con poder para contratar y echar tenía una relación con el hombre, un vínculo tóxico que incluía violencia física, a tal punto que un día el flaco había aparecido con un vendaje a la altura de la ceja y el tabique nasal roto, producto de un vaso de vidrio que le había arrojado su agresivo partenaire durante una pelea feroz.
Ese día el pintor supo que las teorías absurdas habían terminado y que la dama agradable no le había mentido, ya que la visible cicatriz a la altura de la ceja izquierda del pobre extraviado, confirmaba el cuento.

Pero el notorio detalle de la cicatriz no era el punto relevante que echaba luz sobre el misterio tras las palabras, sino otra presencia. La de una anciana de apariencia rica en el asiento trasero de un auto de alta gama conducido por un chofer con uniforme, que se estacionaba cada sábado frente a la banca que usaba el flaco para dormir sus largas siestas de alcohol. Una testigo vigilante que permanecía observándolo durante horas.

Esa escena también había sido capturada en los lienzos del pintor que ahora sabía el nombre del periodista caído en desgracia y algunas de sus desafortunadas vivencias.
Pero jamás revelaría a nadie todos esos datos.
Prometió guardar silencio y va a cumplir.

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