El pescador y el jurel mágico

El pescador y el jurel mágico

Era Paco un pobre pero honrado pescador que vivía en una casa muy humilde a orillas del mar. Paco estaba casado con Isabel, una muy buena cocinera, pero muy avariciosa.

Un día estaba Paco pescando en la mar, cuando de pronto pescó en sus redes una gran pescadilla. La pescadilla, muy asustada, al verse pescada por el pescador, gritó:

-Por favor, no me mates, pescador, que soy una princesa encantada. Si no me matas podrás pedirme un deseo.

El pescador, muy sorprendido, le respondió:

-No te preocupes, pescadilla, que no te mataré. Solo quiero llenar mi barca de pescado.

-No se hable más –gritó de nuevo la pescadilla. Y como por arte de magia, la barca de Paco se llenó hasta arriba de pescado.

Llegó Paco muy contento a su casa con su barca repleta de pescado y empezó a llamar a su mujer:

-¡Isabel, Isabel, mira lo que te traigo!

Paco le enseñó la gran cantidad de pescado que traía en su barca, y le contó a su mujer toda la historia que le había sucedido en el mar.

Isabel, después de escuchar esta fantástica historia, le dijo a su marido:

-Pero tú eres tonto, Paco. ¿Por qué no le has pedido una casa más grande y lujosa? ¿No ves qué casita tan birria tenemos? Ve ahora mismo a buscar a esa pescadilla y no se te ocurra volver a casa sin haberla encontrado.

Paco, muy triste, se echó de nuevo al mar en su pequeña barca y empezó a llamar a la pescadilla.

-¡Pescadilla, pescadilla, ven acá, que Isabel está enfadada y hay que hacer su voluntad!

Subió la pescadilla a la barca y le preguntó:

-¿Qué quieres ahora, pescador?

-Mi mujer, que quiere una casa más grande y yo no se la puedo comprar.

-Vete a casa, que allí la tendrás.

Así lo hizo el pescador y cuando llegó se encontró con una grandísima y preciosa casa con jardines maravillosos, criados… Pero su mujer, como era tan avariciosa, aún seguía muy enfadada:

-No tengo bastante con esto, quiero más. Quiero ser igual de importante que el sol, quiero ser como la luna, quiero ser como Dios. Vete ahora mismo otra vez al mar y díselo a la pescadilla, y no vengas hasta que no la encuentres.

Muy apenado, el pobre Paco se echó otra vez a la mar y empezó de nuevo a llamar a la pescadilla:

-¡Pescadilla, pescadilla, ven acá, que Isabel está enfadada y hay que hacer su voluntad!

La pescadilla lo escuchó y le dijo:

-Vete a casa, que tu mujer tendrá lo que se merece.

Cuando Paco llegó, otra vez tenía su choza, no había criados ni todo el lujo que la pescadillo les dio.

-¡Qué arrepentida estoy! He comprendido que he sido muy avariciosa, caprichosa y soberbia. Pero no volverá a suceder. Desde ahora, seré siempre humilde y no desearé aquello que nunca podré ser.

Y así fueron felices y comieron perdices.