Ella

por **ana maria** Vie 17 Abr 2020, 18:09

ELLA

Hasta hace unos meses mi vida marchaba bien. No tenía razones para quejarme, y mi adicción suicida parecía haber llegado a su fin. Había llegado ella. La conocí en la universidad y por alguna estúpida razón me enamoré.

Parecía que dios se había acordado de mí. Estaba lo más cerca de la felicidad que un hombre como yo puede estar. Empezaba a olvidarme de lo ridículo que me parecía vivir. Casi podía tolerar a Diomedes Díaz y a Jota Mario (dos de los más grandes hijos de puta que han nacido en este país). Había empezado a bailar. No lo hacía bien, pero no importaba. A ella no le importaba.

En ocasiones podía dormir. Imaginármela durmiendo me permitía soñar. Nunca había encontrado la paz, pero la paz de ella me llegaba a mí en pequeñas dosis. En realidad, no sé que pasó. Tal vez mi amor hacia ella le impidió amarme. Ya sabes como no puedes amar a alguien sin generarle repulsión. Yo sabía hace mucho tiempo que no había nada más peligroso que querer a alguien. Sin embargo, siempre hay algún malparido listo con la escoba que te dice que probar no hace daño. Pensé que con ella sería diferente. No sé porque.

Finalmente llegó el día que, con ojos burlones, los dioses malditos esperaban desde arriba. Ella me dejó. Sin ninguna razón en especial, sencillamente se marchó con un gusano. Pensar que yo le presenté a esamala persona me produce retorcijones. Pero de nada sirve mi rabia. Estoy seguro que si no sacara esto de mí en este momento tendría que salir a matar. Pero me tendría que matar a mí. No me perdono haber salido de un infierno para caer en uno más mierda por una jodida cualquiera.

Ella me dijo adiós. Me dijo que siguiéramos siendo amigos. Quería pedirle que se quedara, pero ella era demasiado puta para tratar eso. Intenté conservar la dignidad y despedirme. Las palabras no salieron. Y no volvieron a salir. Sencillamente mi garganta se cerró para no volver a abrirse. Intenté contener las lágrimas. Ninguna gota se rodó por mi cara, pero nunca había llorado tanto. Le pregunté a dios porque me había ocurrido aquello.

Nadie respondió. Mi vida se derrumbó.

En un instante se borró todo aquello que había construido en esos meses. Regresé al instante cero, al infierno. Aprendí a los escupitajos que no puedes confiar en nadie. El amor no existe por la sencilla razón de que se necesitan dos para amarse, y las personas no pueden soportarse.
Alguien tenía que salir jodido y la moneda me quiso joder. Juré no volver a enamorarme. Juré no volver a llorar. Juré no volver a jurar.

Pero mientras escribo estás líneas unas gotitas saladas caen en mis manos, y juro querer para siempre a la primera persona que se acerque a darme un abrazo.

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