Vena, Venita, Vena

por **ana maria** Vie 23 Abr 2021, 18:21

Vena, Venita, Vena

La última vez que me había hecho un análisis de sangre, fue cuando cogí una extraña gastroenteritis y no debería tener más de 12 años. Aparte de gastritis y resfriados, podía presumir de una salud bastante buena. Lo que pasaba es que era algo gallina con el tema de agujas e inyecciones.
A las 8 de la mañana estaba frente a la puerta de extracciones. Al ir en ayunas tenía hambre, pero pronto se me quitó la gazuza.

Había 3 personas, un hombre cincuentón, canoso pero atractivo a lo Richard Gere, una mujer cuarentona a la que se le notaba práctica y luego una jovencita tipo mi hermana Rocío, que estaba aprendiendo y se percibía que hasta el pulso le temblaba al clavar la aguja de las personas que éramos como cobayas. De pronto oí un comentario de un par de señoras detrás de mí.

- A ver si me toca el médico. Lo hace con tanto tino que no notas ni el pinchazo. Es que no te sale ni sangre cuando te pone el algodón.
- Que me vas a contar. A mí una vez me tocó una de esas pavas aprendizas y la sangre me salió a borbotones…
Me puse blanco, pálido al escuchar aquello. La cola aún era muy larga pero cuando apenas éramos 6 personas, empecé a hacer cálculos para ver a quien me tocaba. “Mira por donde, el médico “- pensé afortunado.

Pero cuando faltaban dos personas para mi turno, de pronto llegó una amiga de la que estaba delante de mí y como si le hubiera guardado la tanda en la parada del mercadillo, se apropió de mi puesto de privilegio. No tuve tiempo de reaccionar. Los dos enfermeros más veteranos, iban tan rápidos que cuando me di cuenta, me encontré sentado en la butaca mientras la joven me tanteaba el brazo buscándome la vena.

“Si me deja el brazo inútil, al menos que sea el izquierdo”- pensé.
- Huy, tienes la piel tan blanca que no te encuentro la vena- me dijo con voz tímida y con ojos de cervatillo asustado.
Me empezó a pinchar, pero de allí no salía ni una gota de sangre. Mientras la chica me buscaba la dichosa vena, los otros ya habían extraído sangre a 3 pacientes cada uno.

Me miré a la ats cuarentona, mirándola con ojos de sufrimiento, por si se apiadaba de mí, pero hizo caso omiso.
Sabía que aquella pipiola tenía que aprender, pero no a mi costa. Por fin encontró la vena y yo no quise ni mirar. Sólo sé que me quitó la inyección como quien quita un corcho en una botella de vino y que el algodón minúsculo que me dio, enseguida quedó empapado de sangre.
- Por favor, ¿me puedes dar otro algodón más grande?
- Oh si, perdona.
Tampoco era una sábana, pero no era mucho más grande que el anterior. Al final me hice una especie de torniquete con un pañuelo. Qué asco de seguridad social. O había tenido mala suerte o siempre eran así de descuidados.

El resultado de la inexperiencia quedó marcado en mi brazo. A las pocas horas un gran moratón de al menos 3 cms de diámetro me ennegreció el antebrazo. Parecía un yonqui. El cardenal era feo y antiestético. La verdad, estaba resignado.
Ya era hora de volver a clase. Con mi brazo tipo heroinómano, me reencontré con mis compañeras y con el profesor. Las chicas me miraron con cara de asco, de repugnancia y casi se me saltan las lágrimas. Sólo me faltaba una campaña para avisar como las que les colgaban a los leprosos en la edad media.
No sé si me perseguía la adversidad, me habían echado un mal de ojo o mi propio pesimismo me conducía a la negatividad. A la semana siguiente perdí una tarde de inglés para ir a buscar los resultados del análisis de sangre. Y la respuesta que me dio el dermatólogo me indignó.
- Te tengo que dar una mala noticia. Han perdido el análisis y tendrás que hacerte otro.

- ¿Cómo que lo han perdido? ¿Cómo puede ser?
- Estas cosas ocurren, muchacho. No eres ni el primero ni el último.
- Vaya, ¿y por qué no ponen remedio? - salté enfadado- ¿No se imaginan la de tiempo que hacen perder?
- Lo sé, es una putada- dijo con cara seria, pero sin avergonzarse, como si el hecho fuera tan normal que ya no les importara- Si mañana mismo te lo haces, el martes ya podríamos empezar el tratamiento- me dijo con optimismo el joven dermatólogo.
- Eso si no me lo pierden- respondí con una ironía que me corroía las venas.
- Je, je- sonrió débilmente- Hasta el momento no se han perdido dos análisis de la misma persona seguidos…
- Siempre hay una primera vez y con el carrerón que llevo…

Por suerte, esta vez todo fue más rápido, me tocó el hombre canoso que no me dejó ni marca, y me llamaron el lunes para ir a la consulta. De nuevo estaba frente al joven médico de la piel.
- Bueno, los resultados están correctos y puedes empezar el tratamiento. Tendrás que tomar estas cápsulas 2 veces al día durante 4 meses. Si necesitaras más, lo ampliaríamos 2 meses más. A los pocos días que empieces el tratamiento, notarás sequedad en los labios y en la nariz, y la piel se te quedará escamosa, harinosa, como cuando se te pela después de un día de playa.

Ah, por cierto, ya puedes olvidarte del sol, sobre todo ahora, que se acerca el verano. Y tú que tienes una dermis tan blanquecina, te recomiendo que te protejas con un gorro y bebas mucha agua para no deshidratarte. Como todos los medicamentos, no debes mezclarlos con alcohol ni conducir inmediatamente después de una toma.

- No me preocupa, ni bebo ni conduzco.
- Ah, y como otro efecto secundario, puede restarte pasión y deseo en el estímulo sexual-dijo con una sonrisa guasona.
Me lo quedé mirando. Parecía que quería que le dijese que no tenía relaciones sexuales, pero no le di ese gusto o al menos que se quedara con la duda.

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