Golpe de Timón

por **ana maria** Lun 03 Ene 2022, 12:39

GOLPE DE TIMON

Sentada en la cama, con una pequeña manta de cuadros azules sobre sus piernas desnudas, contemplaba absorta el espejo que desde la pared de enfrente la observaba. El tiempo parecía detenido en aquella estancia.

__ ¡Te quiero Mario! _ Dijo de repente, como si aquella imagen reflejada no fuera ella.
__ ¡Te quiero! _ repetía. Creyendo tener enfrente al hombre que tanto era en su vida.
__ ¡Te quiero!

Laura reclinó la cabeza sobre la almohada y dejó que sus manos reposaran suavemente sobre su vientre. La oscuridad iba cubriendo la habitación, mientras un dulce sueño se apoderaba de su voluntad. Cerró los ojos y se abandonó incondicionalmente. Cuando por fin despertó, la dominaba una sensación de paz infinita, no recordaba sus sueños, era como si mente y corazón le hubieran otorgado una piadosa tregua. Sentía en orden sus ideas. Sabía que él ya no estaba allí, a su lado, las cosas eran diferentes ahora.

Todo había sido demasiado rápido, sin tiempo para asimilar y adaptarse a las circunstancias, pero Laura entendía a pesar de su juventud que la vida es un difícil juego en el que no siempre se gana.
Hacía ya tres meses desde el accidente cerebral de Mario; ella había oído un golpe seco en el baño, seguido de un gran silencio; al entrar, lo encontró tendido en el suelo, inerte. La noche anterior se habían amado con ternura, despacio, sin miedo al tiempo que se les antojaba infinito.

__ ¡Siempre cuidaré de ti ¡_ le había dicho Mario, mientras besaba sus cabellos negros, ella reía y se acurrucaba más y más entre sus brazos, deseando fundirse en un abrazo eterno.

Pero aquella mañana, aquel apocalíptico amanecer cambio su destino. En los primeros momentos, el pánico la había dominado, le movió con fuerza, -estaba aterrada- llorando corrió hacia el teléfono, pidió ayuda, salió al pasillo y gritó como una posesa. ¡Desesperación, locura!

Luego aquella ambulancia, grande fría, aquel olor a sangre, a muerte, a vida, a dolor, una camilla, tubos, sueros, gente, mucha gente; miedo, mucho miedo. El, quieto, callado, rendido en un escenario de carreras y gritos.

__ ¡Estoy soñando! _ Decía, medio desnuda, descalza en la acera, con su camisón rosa y el pelo revuelto cayendo sobre su pálido rostro.
__ ¡Estoy soñando! _ Repetía una y otra vez, mientras la sirena de la ambulancia al alejarse ponía música a sus lamentos.
¡Miedo, desolación! El Hospital, urgencias, necesidad de saber, de escuchar lo que uno quiere escuchar.
__¡No usted espere por favor!

__ ¡Pero es que...

¡Soledad, sin sentido, temblor en las piernas, náuseas, hilo de esperanza que a la vez aviva el miedo!
Se dejó caer en uno de los bancos de aquella sala de espera, apoyó la cabeza en la pared y en sus ojos empezó a brotar un manantial transparente y salado, que poco a poco se fue convirtiendo en un torrente amargo e incontrolable. Su cuerpo apenas cubierto con un camisón y una cazadora vaquera cogida a prisa, su alma desnuda, desgarrada, toda ella temblando sobre un negro y profundo abismo.

¿ Cuánto tiempo había pasado? No era consciente, no podía calcular, realmente no le importaba demasiado, el tiempo es tan largo o tan corto como a nuestro ánimo se le antoje. Que importaban ya los minutos, las horas, o los días. Todo había cambiado. Un golpe de timón había puesto rumbo hacia un nuevo destino

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