Todo Gracias al Amor ....

por **ana maria** Dom 19 Nov 2023, 12:47

Todo gracias al amor

Cuando era niño me enamoré de mi maestra. Siempre miraba embobado su cara blanca y bonita, y por las noches, como debía ser, la soñaba constantemente

Hoy, ya siendo un hombre adulto, como ocurrió en la escuela en aquella oportunidad, me enamoré de mi jefa. No por casualidad, las dos mujeres que eligió mi corazón, cada una en su momento, han sido mujeres hermosas: de cabellos negros, tez blanca, ojos oscuros, de miradas penetrantes, buena e impecable presencia, fuerte carácter, temple de acero, con estudios superiores completados y brillantes logros académicos. En resumen, interesantes exponentes del género femenino.

Las dos, vaya coincidencia, al momento de encontrarse con mi vida, se encontraban allá, arriba, exitosas, soñadas y amadas por mi persona, tal vez inalcanzables.

La maestra, al darse cuenta de mi idilio, me miró tiernamente y me dijo: “ay, niño Martínez, es usted un romántico, un dulce, como se dice”; llamó a mi madre y mantuvieron una conversación a la que nunca acceso.

Días después, me encontraba concurriendo al turno intermedio. Si no hubiera sido por la excesiva cantidad de alumnos que había en el grado donde concurría -según explicaciones de mi madre-, no hubieran tomado esa decisión. Yo por supuesto que después la seguí viendo. A la salida, me quedaba a esperarla; y cuando la señorita maestra llegaba a dar clases al turno tarde, yo me acercaba a saludarla… yo lo sentía: ella estaba orgullosa de mí….

Con mi jefa, años después, sucedió lo impensado. Un día en su Despacho no pude más y sin querer se lo dije. Así, de a secas. “Que me trague la tierra”, -pensé en un momento-, “Acá me rajan”, reflexioné después. Pero ¡vaya sorpresa!, ella me miró de costado, sonrió levemente, y me dijo: “usted Sr. Martínez es un romántico, un dulce, como se dice”… y guiñándome un ojo, agregó: “usted se merece un ascenso, un verdadero ascenso”. Cada vez que recuerdo ese momento, vuelve a palpitar mi corazón.

Hoy, me encuentro en el convulsionado, ruidoso y divertido pueblito de “Sapo Quemado”, Provincia de Salta. Aquí, soy el administrador de un pujante complejo turístico y de su único country; además, soy el dueño de una empresa unipersonal que construye piscinas de diferentes tamaños en la zona, actividad que me mantiene entretenido ya que, por los cuarenta y ocho grados de sensación térmica que se percibe a la sombra, cada dos días se seca una pileta.

Sin que nadie me lo encargara, ya tengo todo diseñado y próximamente inauguraré la plaza principal, señalizaré todas las arterias del pueblo y abriré sendas hasta todos los parajes cercanos.

Las lagartijas e iguanas del lugar, únicas habitantes y usuarias de todo lo nombrado, me adoran, me idolatran; hasta caminan por mi cuello y deliberan entre ellas: me quieren nombrar Intendente del lugar, cargo que hasta el día de hoy, por Carta Orgánica, no existe.
Qué orgullosa y contenta se sentiría ella si se enterara de todo mi trabajo. Seguro que mi jefa en cualquier momento me viene a visitar; en la distancia me debe estar queriendo y extrañando como yo.

Como cantaba Palito Ortega: “y todo gracias al amor”

por **ana maria** Dom 19 Nov 2023, 12:51

Pura Magia

Se oye el ronroneo del mar de abril, frente a la espesa arboleda de ejemplares diversos. El bosque está alfombrado con las hojas resecas de los eucaliptos añosos, que bajo los pasos crujen produciendo un gemido de ritmo constante.

Subyace en la fresca mañana de otoño, la promesa de un verano que tardará en volver.

El entorno se hace mi cómplice de aromas puros, y de vez en cuando, una ráfaga de viento salino que me despeina y no me importa, entona un canto ritual que parece convocar al sol para que se manifieste entre las nubes de ceniza.

Esas nubes que ensombrecen el cielo, se abren en pequeñas pupilas claras de duración fugaz. En esos instantes, efectos tenues de luz, acarician con rayos diagonales los brazos danzantes de los árboles del vivero.

Por el camino, mitad tierra, mitad arena ocre, voy como abstraída, medio tarareando una canción alegre que siempre me gustó.

Me hablan, por supuesto, pero no escucho bien; apenas me llega un murmullo sin lenguaje que se mezcla con la voz del viento y el compás de las olas de la playa desierta.

Me hablan, claro que sí, pero como de costumbre no presto demasiada atención; solo quiero sentarme sobre el lecho uniforme de hojarasca perfumada a escribir en mi cuaderno, aunque si lo pienso bien, sí estoy enhebrando letras en el universo paralelo de mi mente impregnada de los sonidos del sábado.

De todas formas, ante la insistencia respondo, aunque no sé qué digo exactamente, más bien sonrío y se resignan de nuevo a mis conocidos viajes de inspiración.

Es una jornada apacible, de descanso y freno, de familia y amigos, de pensamientos suaves, de olor a carne asada, de mate dulce y pan casero con queso de campo y mermelada artesanal.

Pero el alma poética que me habita no tiene pausas, no le pertenece la capacidad de transitar solamente sobre la superficie de las cosas; siempre acarrea su propio mundo, su atmósfera privada de momentos.
Y después escribe porque quiere, porque siente, porque ama el acto. Escribe como puede, lo que puede, aquello sagrado que emana y deriva en realidades y ficciones.

No logra desprenderse del embrujo de la vocación que tiene potestad sobre las ánimas de los vientos y los árboles del bosque, sobre los espíritus de las olas y la arena, esa fuerza incontenible que induce las manifestaciones del sol, o del amor que viste uno y mil disfraces.

Cuestión de energías, de magia…

Sí, pura magia en la que creo y que comparto con quienes se atreven a sentirla de la misma manera.

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