El Leon y los Tres Toros

por **ana maria** Dom 25 Feb 2024, 13:07

El León y los Tres Toros

Había una vez tres toros:

uno blanco, uno negro y otro rojo que hicieron un pacto de amigos y juraron no romperlo, pasara lo que pasara.

El pacto consistía en repartirse a partes iguales un pastizal que habían descubierto en los alrededores del bosque que habitaban, de tal manera que todos pudieran pasear y pastar a su antojo y ninguno invadiera la parte de terreno que correspondía a los otros dos.

Pasó el tiempo. Todo iba muy bien hasta que un día un león hambriento descubrió el pastizal con los tres gordos y cebados animales. La boca se le hizo agua de solo verlos y se propuso darse tres suculentos banquetes. El problema era que nada podría hacer mientras los toros, que eran animales fuertes y poderosos, se mantuvieron unidos. Cada vez que intentaba cazar a uno, los otros dos lo defendían y entre los tres ponían en fuga al león, que siempre se quedaba con las ganas de hincarles el diente.

Al ver que con los tres a la vez era imposible hacer nada, ideó un astuto plan para enemistarlos entre sí. Adoptó un aire hipócrita y zalamero para atraer la atención del toro rojo y del toro negro y les susurró confidencialmente:

—¡Eh!, amigos, ¿os habéis fijado bien en el toro blanco? Con esa piel tan pálida y lechosa, realmente no entiendo cómo podéis ser sus amigos porque tiene un aspecto muy desagradable. ¿Qué os parecería si me lo comiera? De este modo os ahorraría tan desagradable visión y vosotros dos os quedaríais cada uno la mitad del pastizal.

El toro negro y el toro rojo se quedaron mirando al toro blanco pensativos y le dijeron al león que le darían una respuesta al día siguiente.
A la mañana siguiente, los dos toros contestaron al león que lo habían meditado y que, efectivamente, ellos también creían que el toro blanco tenía una piel pálida y desagradable y que aceptaban que el león lo devorara.

El león no se lo pensó dos veces, se abalanzó sobre el toro blanco y en un abrir y cerrar de ojos dio cuenta de él.
Pasó una semana y el león sintió de nuevo hambre.

Se acerco al pastizal y al ver a los dos toros pastando, le pareció que luchar con los dos a la vez sería una temeridad. Se acercó entonces al toro rojo y le dijo:

—Toro rojo, amigo, ¿no crees que la piel del toro negro parece que esté siempre sucia? ¡Mira que es feo! Deberías considerar la opción de quedarte tú con este pastizal entero. Solo tienes que pedírmelo y yo te libraré de él mañana mismo.

El toro rojo aceptó considerar la propuesta. Al día siguiente, le dijo al león que ciertamente a él también le disgustaba el desagradable aspecto del toro negro y que estaba de acuerdo en que se lo comiera.

El león se puso manos a la obra y, en poco tiempo, no quedaban ni los huesos del toro negro. Acabado el festín, se retiró a su cueva a descansar.
Pasó otra semana y, de nuevo, el león se sintió hambriento. Se dirigió al pastizal donde el toro rojo pastaba solo a sus anchas y dirigiéndose hacia él le habló así:

—Amigo mío, te has quedado muy solo así que he decidido que te devoraré también a ti.

El toro rojo lo miro incrédulo:

—Pero ¿qué dices? ¿¡Te has olvidado de que tú y yo somo amigos!?
—¡Naturalmente que somos amigos! Pero la amistad dura hasta que tengo hambre.

Y dicho esto, dio caza al último de los tres toros.

Moraleja: «La discordia que divide a los amigos es la mejor arma para los enemigos»

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